
Tradiciones de antaño
El licor artesanal macerado con hierbas y frutos -antiguamente llamado mistela– es una tradición tan añosa como los orígenes mismos de esta nación, y su fabricación se relaciona íntimamente con la celebración de los frutos silvestres locales de cada territorio, siendo común el maquiao y enguindao en el valle central, el murtao en la patagonia, y el aguardiente con rica rica en el desierto de atacama. Así, el licor de frutos frescos, nace como una forma de trabajar los productos forestales no madereros de la zona, gracias a la sabiduría popular y destrezas en recolección y cultivo de los habitantes de cada territorio.
Los orígenes de estos tradicionales licores se remontan a la época de la colonia, donde el aguardiente era un lujo ocasional en los despachos de hombres letrados y familias pudientes. De diario, el chileno de 1800 bebía chicha de uva y de manzana -como la chicha de manzana chilota, convertida en patrimonio local- y vino local, pisado a pies pelados en barracas de roble.
En ocasiones especiales, ante visitas ilustres y para sellar pactos importantes, tanto el mapuche como el chileno desempolvaba una botella de aguardiente, generalmente embellecida con estuches de cuero y plata grabada a mano, aún más delicada si el licor había sido macerado en aromáticos frutos silvestres. Este aguardiente habitualmente provenía de la argentina, y llegaba a estas costas producto del trakfintuentre caciques junto a otros ítems como trigo, ganado, cueros y sal, provenientes del Puelmapu, traído en caravana de bueyes y caballos por la cordillera hasta el Gulumapu, actual provincia de la Araucanía.
Se estila la petaca
Porque lleva en la solapa
El arriero y el jinete
Dulcecito su aguardiente
Pa remojar ese guerguero
Y hacer salú con sus partiente’! COPLAS AL AGUARDIENTE, BOTICA ITINERANTE

cómo disfrutar tus licores
Cada licor del bosque ha sido fabricado con los más nobles ingredientes: aguardiente destilado localmente, y frutos frescos de temporada. En esta ocasión, trabajamos el fruto del arrayán, maqui, murta, rosa mosqueta y membrillo, todos frutos otoñales que se dan en abundancia aquí en la precordillera.
Este licor es amable con los pacientes, donde el tiempo lo vuelve más dulce y aromático, ya que las frutas continúan perfumando y endulzando el licor a medida que pasa el tiempo. Enemigo de los impacientes, mientras menos veces se abre la botella, más fortaleza toma su aroma, por eso la tradición dicta usar botellas pequeñas (las petacas), para un brindis o dos, y bueno, por qué no, para llevar a donde vaya el que brinda.
Así, los licores del bosque son una excelente opción de licor añejado, recomendamos guardar para un momento especial, y evitar abrirlo si no va a ser bebido. En el maule, este licor tradicionalmente se sirve en vasitos pequeños y se toma a temperatura ambiente como bajativo, sin embargo, estás invitado a innovar y usarlo en coctelería, como parte de un preparado al estilo de los gin y los sour, o como el aperol acompañado de tónica y espumante.